Hotel Alda Mercado de Zamora - Zamora, Zamora

Sofia P.

El hotel más silencioso en el que he estado. La habitación familiar es realmente una suite, con dos habitaciones grandes separadas, lo cual ha sido una gran comodidad. Todo muy limpio y los empleados muy amables. Está en el centro y, aunque hay zona azul yo recomiendo coger el parking. Nuestro coche es grande y no hemos tenido ningún problema para acceder y salir. Volveremos

Iñigo R. C.

Todo muy bien; bueno, bonito y barato. Las habitaciones son amplias y cuidadas; el trato amable y la comida buena. Nos encantó. Es bonito y tiene una escalera espectacular. El garaje también barato, 11€ la noche.

Idoia G.

Hotel céntrico. Ubicación estupenda. Estuvimos en la hab 401, abuhardillada. Personalmente, no me gustan mucho. Me parecen algo claustrofóbicas. La cama tenía ruedas y era imposible leer en ella. Según te apollabas en el cabecero, la cama se movía. Pero la habitación estaba limpia y de tamaño buena.|El cuarto de baño, bien.|Desayuno normal, suficiente.|Eché de menos un bar para tomar algo.|No pudimos aparcar en el hotel por falta de sitio.

Jesus C. E. A.

Del 23 al 26 de febrero, tuve la oportunidad —gracias a un viaje organizado por el IMSERSO— de alojarme en el Hotel Alda Mercado de Zamora. Si bien no es mi intención profundizar en las instalaciones del hotel, sí considero necesario compartir una experiencia que, sin duda, trascendió lo habitual.

Todo comenzó en el comedor asignado a nuestro grupo. Desde el primer día, nos recibió un personaje cuya presencia marcó el tono de cada desayuno y cena. Este individuo, autoproclamado responsable del servicio, parecía creer que dirigía un campamento militar en lugar de un espacio para personas adultas. Con voz estridente y gesto autoritario, nos ordenó sentarnos en mesas de diez, como si fuéramos escolares en excursión: *«Este es su sitio para la cena y el desayuno, y no se les ocurra moverse»*. La advertencia, acompañada de miradas desafiantes, dejó claro que cualquier acto de autonomía sería considerado una afrenta.

El desayuno, según sus normas, era un ritual de precisión quirúrgica. A las 8:00 en punto, anunciaba: *«El café y el pan tostado los sirvo yo. Cuidado con levantarse antes de las 8:30; a partir de ahí, arréglense como puedan»*. La escena era surrealista: mientras él repartía churros con las manos —algunas mesas los recibían, otras no—, los comensales intentábamos no provocar su ira. Un día, ante una pregunta sobre si un plato llevaba sal, espetó a una compañera: *«Si quería algo distinto, debió avisarme con tiempo»*, como si estuviéramos en un restaurante de tres estrellas Michelin y no en un servicio incluido en un paquete turístico.

El comedor, por su parte, era un caos organizado. Los cereales, por ejemplo, requerían de una habilidad casi circense: sin cucharas ni boles suficientes, había que improvisar con tazas de café o apilar los copos directamente sobre servilletas. Cuando alguien osó mencionar el problema al «encargado» —título que usaba con orgullo—, la respuesta fue un *«No me metas presión»* seguido de un suspiro de fastidio.

Las cenas no fueron mejores. Tras la primera noche, opté por evitarlas, prefiriendo el silencio de mi habitación a los canturreos desafinados del responsable, quien, entre órdenes, entonaba canciones como si el comedor fuera su karaoke personal. El ambiente, lejos de ser acogedor, se asemejaba a una combinación de cárcel de bajo presupuesto y obra de teatro amateur.

Lo más irónico fue descubrir que, efectivamente, el hotel incluía en su paquete una «actuación» involuntaria: la de este peculiar personaje, cuyo talento para convertir un desayuno en un campo de batalla y una cena en un interrogatorio merecería un premio a la originalidad. Nunca imaginé que la palabra *«excelencia»* pudiera reinterpretarse de forma tan… creativa.

Así pues, si algún día buscan un alojamiento donde la monotonía brille por su ausencia, el Hotel Alda Mercado de Zamora les garantiza una vivencia única. Eso sí, les recomiendo llevar paciencia, sentido del humor y, quizás, unos cereales en el bolsillo… por si acaso.

PD: A los responsables de contratación del IMSERSO: gracias por incluir, sin costo adicional, este espectáculo de «interacción humana». Ningún otro hotel de Zamora logrará igualar semejante nivel de *excelencia* en el trato. Al menos, no en esta década.

Custodio G.

Personal de recepción , excelente . Mi estancia fue solo de alojamiento y desayuno . La habitación muy antigua. El baño muy flojo . Las toallas pequeñas y muy gastadas .
Ni un solo detalle en el baño .
El colchón viejo y deteriorado .
La TV muy antigua .
Las mesas de desayuno , con mantel y servilletas de papel , no es propio ni de un motel de carretera .
Los productos de desayuno muy poca variedad .
El hotel no puede mantener las 4 estrellas , ahora mismo se merece dos estrellas .

Begoña A.

Hotel de cuatro estrellas que necesita actualizarse bien situado ,personal amable y educado , pero necesita alguna reforma ,mal acceso para minusválid@s escaleras en la entrada. Relación calidad precio es justa ya que no cobra como un hotel de cuatro estrellas ,desayuno por 7,5 lo que ofrece se ajusta al precio está rico ,café bollería ,mantequilla , mermelada, algo de embutido, yogures …

nutriZiona -. J. M.

Muy bien ubicado, a un paso de todos los monumentos para visitar en Zamora. Justo enfrente de un ruidoso mercado, este hotel tiene, como principal inconveniente, según mi opinión, el párking. Habitaciones cómodas y elegantes, buena gastronomía, acertado diseño y personal atento. Buena opción a precio medio en Zamora.

Subotai

El hotel está bien situado, frente al mercado. El aparcamiento cuesta 11 euros por noche. La habitación es grande, el baño también, y es un hotel cálido y tranquilo donde se puede dormir bien.